Salimos un viernes a eso de las 19:00, cuando yo salí de trabajar y pusimos a punto las últimas cosas para estar totalmente preparados.
Decidimos ir al sur de Italia porque queríamos buen tiempo y al ser Octubre pensamos que era la mejor opción. Sí que en el sur preparamos destinos de playa pero por el camino más turísticos.
Nuestro primer destino era Olot, ¿por qué? Como buenos amantes del atletismo, hace tiempo que teníamos en mente entrenar en la pista de este pueblo. Una pista diferente, verde y con árboles en el centro. Vamos, una pista en medio de la naturaleza.
Llegamos a eso de las 22:00, cenamos rápido en el Viena y fuimos al cine. Se estrenaba Venom y Mikel, como buen friki de Marvel, quiso ir a verla. Tengo que decir que no estuvo mal.
Después fuimos a dormir a la Calle Narciso, una recomendación de Park4night. A mí me daba un poco de respeto dormir en medio de la “nada” a oscuras totalmente, pero todas las recomendaciones de esta aplicación han sido muy buenas y yo las recomendaría también.
Esa mañana la utilizamos para desayunar, organizar la furgoneta y entrenar. La pista no defraudó, nos encantó entrenar allí, encima el tiempo y el entrenamiento, no muy duro, nos acompañó. Aprovechamos y nos duchamos allí. En cuanto estuvimos listos nos pusimos rumbo a Saint Tropez, segundo destino de nuestra lista.
Paramos a comer en la Junquera y si, pecamos, algo rápido y barato, comimos Burger King. Y de ahí carretera y manta hasta Saint Tropez. Llegamos a la noche para cenar, hicimos un tour en furgo hasta donde íbamos a dormir, una ciudad llena de lujos y coches caros. Dormimos al lado de un restaurante frente a la playa (camino de las Salinas). Se oían las voces del restaurante pero no muy altas y la noche fue tranquila. Aquí tuvimos nuestra primera anécdota. Decidimos dejar la mesa y las sillas fuera de la furgoneta para tener un poco más de espacio. Había un hueco perfecto para dejarlas entre la furgoneta y una pared de ramas y vegetación. A eso de las 8 de la mañana me desperté porque oí que empezó a llover, pero una tormenta increíble. Al ver que las sillas estaban mojadas decidimos dejarlas hasta la hora de levantarnos, a las 10.
Seguía lloviendo, tuvimos que desayunar dentro de la furgoneta y seguía lloviendo, nos preparamos y seguía lloviendo, recogimos y limpiamos las sillas y la mesa como pudimos, y seguía lloviendo. Visto lo visto decidimos hacer un tour con la furgoneta por la ciudad y poner rumbo a nuestra siguiente parada Génova.
Llegamos al tercer destino sobre las 14:30, pero hasta las 15 no aparcamos la furgoneta en el Parking “City Park”. Buscando sitio vimos que la ciudad no era muy bonita, la autopista cruzaba la ciudad por encima, cosa que la hacía todavía más fea. Al llegar tan tarde, buscamos un poco algún restaurante, que no encontramos, por lo que decidimos, muy a nuestro pesar, comida barata y rápida, Mc Donalds. Comimos rápido y le dimos la oportunidad a la ciudad, visitando los sitios que nos habían recomendado para un día en Génova;
- El Palacio del Príncipe
- Palacio Ducal
- Porta Soprana
- Catedral de San Lorenzo
- Y paseamos un poco por el centro histórico
No nos gustó, las 18:00 y ya estábamos hartos de Génova, además, el tiempo no acompañaba, chaqueta y nublado. El plan era dormir allí, pero al ser tan pronto decidimos avanzar en nuestro viaje y dormir en el siguiente destino, Ímola. La cuna de Ferrari. Así que eso hicimos. Después de pagar 6,60 en el parking, nos dirigimos a Ímola.
Llegamos a nuestro cuarto destino a la hora de cenar, así que buscamos un buen sitio en el bosque de Tozzo. Lo encontramos, una explanada con sitio para aparcar, árboles y agua. Cenamos y a dormir. Al día siguiente el tiempo acompañaba así que desayunamos, nos preparamos (también las cosas de entrenar, era lunes) y fuimos a ver el circuito de Ferrari. No pudimos entrar dentro pero lo vimos bastante bien. Después paseamos por el centro de Ímola, hay que decir que un pueblo pequeño pero con encanto. Comimos en un pequeño restaurante. El pan de Italia es increíble y en este sitio no defraudó. Después de comer aparcamos a la sombra de una calle al lado del estadio para echarnos la siesta y entrenar, las pistas abrían a las 17 así que había que aprovechar el tiempo. La pista de atletismo estaba al lado del circuito de Ferrari, así que pude hacer el rodaje al rededor el circuito, recomendable. Después de acabar el entreno y ducharnos allí pusimos rumbo a nuestro próximo destino, la playa de Mezavalle, una de las más bonitas de Italia. Antes de acabar con Ímola destacar que en las pistas nos trataron genial, nos dejaron usar el gimnasio, vallas y vestuarios.
Esa noche llegamos a nuestro lugar de dormir (monte Conero en Siroco) también para la hora de cenar. Ensalada y a la cama. A las 9 amanecimos (nuestra hora oficial de despertarse en el viaje) Desayunamos fuera como en Ímola, el tiempo acompañaba, aunque no las picaduras de mosquito. Nos preparamos de playa pero abrigados y visitamos las playas de Mezavalle y Portonovo. Muy bonitas pero no nos pudimos bañar, no hacía día de bañarse, así que pasamos la mañana paseando por la costa. Después pusimos dirección al pueblo cercano donde entrenamos, Osimo. Buscando un restaurante, que nos costó, vimos el centro del pueblo, bonito, con mucha cuesta pero poca vida. Después de comer fuimos a las pistas de atletismo, entrenamos con un tiempo increíble, nos duchamos y pusimos rumbo al siguiente destino: playa Zaiana, cerca de Bari. Casi todos los días viajábamos a partir de las 19, cuando era de noche. Esto era lo peor de viajar en Octubre, lo pronto que oscurecía, por esto decidimos aprovecharlo para avanzar en el viaje.
Ese día cambiamos, cenamos fuera, una pizza. Un antojo que en Italia no te puedes saltar, así que a medio camino decidimos salir en un pueblo antes de nuestro destino y cenar una buena pizza y de paso, comunicarnos un poco ya que no teníamos datos en Italia y sólo funcionábamos con Wifi. Cualquiera que nos viera podía pensar que éramos de esas parejas que no habla, porque el 60% de las comidas estábamos con el móvil. Después llegamos al destino y a dormir.
Tengo que decir que no dormí muy bien. Era un lugar precioso, con barrancos hacia la playa y se veía el mar. Pero que de noche da un poco de miedo. El despertar fue increíble, unas vistas a una playa con un agua azul increíble. Pasamos la mañana paseando por allí y en la playa, esta vez sí hacía calor pero no nos bañamos. Primer día que comimos en la furgoneta. Habíamos cogido un sitio muy bueno para dormir, teníamos mucho terreno para poner la mesa, el camping gas y todo lo necesario. Así que allí estuvimos hasta después de tomarnos el café de la comida y pusimos rumbo a uno de los grandes destinos de este viaje, la región de PUGLIA.
Llegamos a eso de las 17:00 y visitamos tres pueblos con mucho encanto. Monopoli y Polignano, con un playa en medio, que a un lado veías un pueblo y al otro el otro. Además era el atardecer, por lo que La Luz era preciosa. De ahí fuimos a Alberobello, llegamos de noche, y pudimos ver la región de los “trullas” (típicas casas de allí que tienen bastante historia) de una forma diferente, con las luces de la ciudad y de noche, muy recomendable también. Estos pueblos los conocimos porque leímos en una revista “Lonely Planet” sobre Puglia. Después de esto fuimos a la otra costa del tacón de la bota para dormir, ya que es lo que íbamos a visitar durante el siguiente día.
Dormimos al lado de la playa, al lado de un pueblo un poco fantasma si no vas en verano. Pero la playa donde dormimos era acogedora. La dirección era Torre Squillace, Lungomare Cristoforo Colombo.
A las 9 volvió a sonar el despertador, ese día desayunamos dentro de la furgoneta por la humedad (y las avispas) que había en la playa, pero con la ventana abierta para disfrutar de las vistas al mar. Nos preparamos, también lo de deporte, porque ese día también tocaba entrenar. Ahí nos dimos cuenta de lo fácil que serán nuestros viajes cuando estemos de descanso y no tengamos que entrenar.
Fuimos a una playa de aguas cristalinas con poca gente, una de las mejores, por no decir, la mejora playa en la que estuvimos, Punta della Suina, Galípoli. Recomendable 100%. Disfrutamos del tiempo de verano en Octubre hasta la 13 que nos fuimos a entrenar a la ciudad grande de la región de Puglia, Lecce. Dicen que es la Florencia del sur, pero, por lo menos la zona que visitamos, no tenía ningún encanto, una ciudad normal. Allí la pista era de libre acceso y lo que nos sorprendió era que tenía vallas ¡Y se podían usar! Las vallas, dato curioso, eran de Barcelona 92. Después de entrenar fuimos directamente a nuestro siguiente destino, Torre dell’Orso.
Llegamos medio de día, así que aprovechamos a estrenar la ducha como ducha, no sólo para lavar los platos. La experiencia, mejor de lo que esperaba. Hacía buena temperatura, así que imagino que eso ayudó. Al ser tan pronto nos pusimos a jugar al UNO, una partida que duró cuatro horas con la cena de por medio. Allí dormimos muy bien y tranquilos, también al lado del mar.
9am, arriba otra vez y desayuno en bikini con vistas al mar, no estuvo mal. Esa mañana la aprovechamos bien. Hicimos una excursión por Torre dell’Orso, un sitio muy bonito al lado del mar y con formas curiosas ya que se producían desprendimientos de tierra. Después fuimos a Rocca Vecchia donde nos bañamos y estuvimos gran parte de la mañana en unas rocas. Agua cristalina y buenísima temperatura. Un día total de verano. Y lo mejor, sin gente. Buscamos un sitio que se llamaba “Grotta de la Poesía” pero que no pudimos encontrar.
Y aquí, lo bueno de llevar la casa a cuestas, después de buscar este último sitio notaba, por mi problema del pelo, que necesitaba lavármelo, así que en el parking vacío de la playa, pusimos en marcha la ducha y allí mismo me lavé el pelo.
Después, comimos en la terraza de un restaurante al lado de la playa, pasta y pan, como no, pan, pero de los mejores panes que he probado nunca…increíble! Y de ahí, el rumbo era hacia la otra costa de Italia y a medio camino se encontraba la pista de Pietro Mennea, Mikel no se la quería perder. Así que allí paramos, hacia las 19 empezamos a entrenar. Una pista con olor a competición y muy bien preparada que sólo le faltaba el gimnasio. Al acabar tarde y, también por falta de provisiones, cenamos en el pueblo. En el restaurante Biffy, bueno pero tampoco destacable. Dormimos en un pueblo a una hora de distancia, Troia, en una zona de servicio de caravanas. Quizá el sitio más feo en el que hemos dormido pero tranquilo.
Aquí otra anécdota. Hacer pís, hacíamos en la naturaleza, no tenemos baño en la furgoneta. Mientras estaba haciendo mi sentadilla para hacer pís, unos perros nos empezaron a ladrar. Imaginarse el susto, todo de noche, tranquilo y, de repente, ladridos de perro. Saltamos del susto y a la furgoneta a dormir.
Nuestra idea del día era hacer una mini compra y encontrar un gimnasio para hacer el entrenamiento de fuerza que nos faltaba. Enseguida encontramos un supermercado, el típico de pueblo, pequeño, lleno de gente mayor y con pocas cosas, pero suficiente. El gimnasio también lo encontramos rápido pero estaba cerrado, sólo abría por las tardes, así que, sin dudarlo, nos pusimos dirección Costa Almafitana, nuestro segundo gran destino. Queríamos visitar varios pueblos, el primero fue Vietri Sul Mare, llegamos a la hora de comer, aparcamos, con algún problema por la cantidad de coches, y comimos al lado de la playa, en un sitio precioso. Decir que la comida dejó mucho que desear, el sitio bonito, en la playa, pero nada recomendable y de precio como todos entre 25 y 33. Algo que no había contado hasta ahora es que en todos los sitios te cobraban el precio del cubierto, entre 1,50 y 3 por persona.
Vimos un poco el pueblo, todo decoraciones de cerámica, algo que representaba al pueblo por toda su historia. Nos hizo un tiempo buenísimo, envidiaba mucho a la gente en la playa. Pero había que visitar más pueblos. Nuestro siguiente destino era el pueblo de Almafi, pasando por Furore. En este no nos paramos pero oímos el ruido famoso que hace el mar al entrar en las montañas, de ahí su nombre. Una zona muy turístca, muchísimo tráfico, autobuses, caravanas, y nosotros también grandes. Carreteras estrechas llenas de curvas y poca gasolina. En resumen, bastante estrés, en Almafi no pudimos ni aparcar, lo vimos desde el coche. Después encontramos una gasolinera, 1,71 el diesel. Después de robarnos de estas maneras entramos en Positano, dónde tuvimos una suerte increíble, encontramos sitio muy cerca del centro, así que nos bajamos, paseamos, hicimos fotos y pudimos ver todo el turismo que esta zona atraía, incluso en Octubre. A mitad de la tarde nos sentamos a tomar algo y allí vimos el atardecer, todo hay que decir, que era entre las 5:00-6:30. Precioso, un pueblo muy curioso y bonito, y verlo en la “Golden hour” como le llaman, tuvo su encanto.
Y ya con la noche casi oscura nos pusimos rumbo al Vesuvio, donde íbamos a dormir aquella noche. En la aplicación que utilizamos nos habían dicho que el ascenso era difícil, que sólo con 4×4, aunque al ver que había algún comentario que decía que había conseguido subir, lo intentamos. Como dicen “los lugares más bonitos están después de las carreteras más difíciles” Y aquí diré que creo que sea el único lugar donde deje un comentario en Park4night. Subimos por un pueblo que se llamaba Ercolano, subida facilísima, carretera perfecta. Llegas a la cota 800, nada alto. El lugar, puedo decir que el más sucio de todos, pero tranquilo. Aquí fue el sitio donde coincidimos con más furgos/caravanas. Estuvimos 3, pero buenos y tranquilos vecinos. Lo de detallar que era cota 800 es importante por lo que viene ahora. El sistema de calefacción, si estás a más de 1500 m de altitud hay que programarlo de otra forma para que funcione mejor y Mikel, pensó que estábamos a más de esa cota así que, por si acaso, lo programamos así. Con la decepción de que al día siguiente vimos que era cota 800.
Más anécdotas al día siguiente, nos levantamos con intención de acercarnos un poco al cráter andando, así que nos vestimos de deporte y cogimos un camino que duró ¿200 metros? No se podría seguir. ¿Qué decidimos? Coger la furgoneta e ir por otro camino lo más arriba que pudimos. Tampoco tuvimos mucho éxito. Enseguida el tráfico estaba cortado y sólo se podía subir con autobuses. Eso hicimos, aunque nos informaron que al cráter no se podía ir. Cada cinco minutos subía y bajaba un autobús, así que lo cogimos, si no nos gustaba, bajábamos enseguida y no perdíamos más tiempo. Más vale que el camino del autobús fueron dos km ya sabréis porqué. Las vistas desde allí, nada que decir, totalmente prescindibles. Esperamos 20 minutos y no aparecía ningún autobús, bajamos andando con ganas de hablar con la que nos había vendido los billetes. Resulta que bajando vimos que había una carrera, ellos subían nosotros bajábamos. Dos kilometros y más de 15 minutos después nos devolvieron el dinero de la bajada después de una pequeña discusión.
Cogimos la furgoneta, nos vestimos de turistas y a Pompeya. A excepción del tremendo robo que nos hicieron por el parking, las ruinas muy recomendables. Bonitas e interesantes y eso que nosotros no somos muy amantes de este tema. Estuvimos 3 horas paseando por sus ruinas, viendo tabernas, el anfiteatro, los cuerpos quemados por la lava, se nos pasó volando. Y antes de anochecer, carretera y manta.
Dormimos a unos 60 km de Saturnia, un pueblo con unas termas públicas increíbles. Cerca de allí había un sitio para dormir con furgos que nosotros no sabíamos, quizá recomendaría ir allí antes que donde fuimos nosotros, pero no tenemos claro si había que pagar. Donde dormimos , en un pueblo llamado “La pesta”, era en un merendero tranquilo cerca de un lago. De hecho desayunamos en una de las mesas que había. Ese día nos levantamos a las 8:30 por aprovechar más las termas. Una maravilla de la naturaleza que nos gustó mucho más de lo que pensamos. Y una vez llegó la hora de la comida, condujimos por los viñedos de la Toscana hasta encontrar un restaurante ubicado en el medio de la nada, parecía más una casita que un restaurante. Nos gustó mucho y ahí paramos. Probablemente la mejor pasta que comimos en todo el viaje. Incluido, la primera copa de vino de nuestro tercer gran destino, La Toscana.
Y como buenos locos del atletismo y el deporte, aprovechamos el viaje hasta Siena para hacer la digestión e ir directos a las pistas de atletismo, que para nuestra sorpresa, no nos dejaron entrar ni pagando. ¿Qué hicimos? Buscar una solución, pagar 10 euros por cabeza por ir a un gimnasio. De ahí como he empezado el párrafo. Nuestro GPS, siempre nos quiso llevar lo más directo y cerca de nuestro destino, así que aparecimos en pleno centro histórico de Siena con nuestra furgoneta hasta que unos “carabinieri” nos explicaron que por ahí no se podía ir, que para llegar a la calle a la que nos dirigíamos había que aparcar fuera del centro histórico e ir andando. Eso hicimos, así que aprovechamos para hacer turismo por el centro histórico de Siena y ver dos de sus puertas, me habían hablado bien pero me gustó más de lo que pensaba. La Toscana nos estaba conquistando. Una vez hecho el entrenamiento cogimos el coche y a nuestro lugar de dormir. Hay que decir que era cerca de un cementerio, pero las vistas típicas de la Toscana donde nos levantamos, valieron la pena.
Día nublado y no muy caluroso pero que fue el mejor de todos. Lo primero porque decidimos no entrenar y visitar cada pueblo de La Toscana que nos habían recomendado y tomarnos una copa de vino en cada uno. Y, por supuesto, yo disfruté muchísimo sacando fotos. Visitamos La Toscana más rural, Montepulciano, Pienza, Montalcino, la Abadía de St Antimo, Bagno Vignoni… A cada cual más bonito, no me puedo quedar con uno. Y una vez de noche, después del último vino en un bar muy curioso, decidimos modificar el viaje e ir a Florencia. Nos lo habían recomendado y estábamos cerca así que lo aprovechamos.
Fue la única noche que dormimos en un camping. El camping de la ciudad de Florencia. He de decir que no he estado en muchos campings pero este estaba increíblemente bien. Rodeados de parejas jubiladas, quien sino, excepto nosotros, íbamos a poder viajar a mitad de Octubre. Pero lo más importante, pudimos lavar la ropa en una lavadora y secadora. Fue lo mejor del camping. Otra anécdota, intentamos poner por segunda vez el avance que nos habían regalado mis padres en Pamplona, lo sujetamos al portón trasero, una de las hebillas la agarramos con la pieza que cierra el maletero. Con la suerte de que al quitarlo no podíamos sacarlo. Después de unos minutos de tensión nos dimos cuenta que lo único que había que hacer era presionar el botón de abrir el maletero del portón.
Y esa mañana fue la que más madrugamos, a las 8:00 arriba. Teníamos una gran ciudad por delante para ver y anochece pronto en Octubre, así que desayunamos lo de siempre (zumo de naranja, tostadas y té rojo) y a hacer turismo. Vimos Puente Vecchio, Santa María del Fiore, en la plaza del Duomo. La parte más bonita, bastante increíble. El Palazzo Strozzi, Galería Uffizi y por último la plaza de Michelangelo, una bonita vista para acabar este día de turismo. Pero aún teníamos fuerzas para entrenar ¿Y qué nos encontramos? Que necesitábamos un reconocimiento médico italiano para entrenar un día. Estaba claro que en las grandes ciudades era imposible que nos dejaran entrar en las pistas. E hicimos lo de siempre, continuar con nuestra ruta. Nos esperaba Pisa, un destino que no estaba en nuestros planes pero que no pudimos dejar.
Llegamos a media tarde, cuando anochecía, no nos dimos por vencidos e intentamos otra vez entrenar en la pista de la ciudad. Ningún problema, así que eso hicimos, sin dudarlo. Una vez duchados fuimos a nuestro “hotel” pero resulta que la carretera estaba cortada así que tuvimos que hacer un cambio de última hora. Tuvimos otra vez vecinos, unos alemanes. Qué raro, era lo que más se veía junto con franceses en lo que a furgonetas/caravanas se refiere.
La mañana fue increíble, una temperatura alta y mucho sol. Perfecto para un entreno mañanero y una buena pasta para recuperar. La tarde fue toda para ver Pisa, la torre, la plaza, comer helado y robar wifi de los restaurantes. Así hasta que anocheció. A! Por supuesto nos hicimos las típicas fotos entre un chino y otro. Increíble la cantidad que había, es cierto que están por todas partes.
Y cuando se dio el momento, pusimos rumbo a nuestro cuarto y último gran destino de Italia. Cinque Terre. Me hubiera gustado verlo con más calma, ver más pueblos, pero solamente teníamos un día. Dormimos en Puin, en medio de la montaña y con vistas al mar, uno de los sitios con más encanto del viaje. Eso sí, el camino fue el más difícil, tanto que casi no salimos. No nos costó mucho pero tuvimos que quemar un poco de rueda y la pobre furgoneta se llevó algún que otro arañazo por los árboles de alrededor. Fuimos a La Spezia, donde pudimos entrenar en una de las mejores pistas de todo el viaje. El pueblo en sí, no lo recomendaría, para nada. Y de ahí fuimos a la playa de Monterroso, la más conocida de “Cinque Terre”. Paramos a comer justo antes de llegar. Y después de una lucha contra unas avispas/abejas, pagamos y fuimos a la playa. Dos horas de playa tranquilas, con buen tiempo y el último baño. Qué decir del agua, nada que ver con la de Puglia, pero las vistas y las casas eran muy bonitas, tanto que no pudimos resistirnos a tomar un café en una de sus terrazas antes de irnos.
Y esa misma tarde-noche, dejamos Italia para dormir con vistas a Mónaco. En un sitio que por lo que cuenta el que creó el lugar en nuestra aplicación, fue el príncipe de Mónaco el que la recomendó. La verdad que unas vistas de foto. Tanto de noche como de día y yo no pude resistirme. Eso sí, un sitio de fácil acceso por lo que muy visitado. Hasta un grupo de adolescentes con la música a tope. Pero la noche fue tranquila. Aunque por lo que cuento sea difícil de imaginar. Este lugar, entre Italia y Francia era perfecto. Mónaco, con su estadio, uno de los meetings más conocidos se celebra allí, así que como buenos frikis, gran parte de la mañana estuvimos entrenando ahí mismo. Unas pistas envidiables. Y el resto paseando por Montecarlo e intentando pasar por el recorrido de la fórmula 1. Montecarlo me encantó, el resto de Mónaco, nada que destacar, para mí gusto.
Carretera, manta, pizzas y Sturbucks. Eso nos ayudó a hacer 600 km hasta llegar a Sant Cugat y dormir. Y aquí, hubo un misterio sin resolver. Creemos que merodeaba un jabalí cerca de la furgoneta. Lo que hizo que salir a hacer pis fuera deporte de alto riesgo. Pero sobrevivimos. Y esa mañana nos esperaba el salón del caravaning, una mañana perdida en un mundo con demasiadas cosas. Cogimos ideas para las posibilidades de nuestra furgoneta, contactos y resolvimos alguna duda. Y lo más importante, nos regalaron dos altavoces y una bolsa. Para acabar, no podía faltar algún reencuentro en Barcelona. Un muy amigo de la infancia vivía allí así que fuimos de tapas, como no, en Barcelona se estaba de lujo. Pero a eso de las 17:00 tocó hacer los últimos kilómetros para volver a la montaña…